MENSAJE DEL PRIMER MINISTRO DE QUEBEC
SEÑOR JACQUES PARIZEAU

Al pueblo Quebequense
acerca del anteproyecto de ley
a proposito de la soberania
de Quebec

Martes 6 de diciembre de 1994

Queridas y queridos Quebequenses

Quise venir a hablarles en cada uno de sus hogares esta noche porque a partir de hoy tenemos la ocasión, juntos, de abrir un nuevo capítulo de la historia de Quebec.

Hemos escrito colectivamente, desde hace 30 años, unas muy lindas páginas. En los años 1960, nos dimos un Estado moderno y una vida cultural desbordante. En los años 1970, nos ubicamos a la cabeza del pelotón de la democratización y de la educación. En los años 1980, a pesar de una recesión seria, conquistamos el poder económico y multiplicamos nuestra presencia en el mundo.

Existe un viejo proverbio que dice: "Cuando no sabes a donde vas, mira de donde vienes". Les quiero hablar, dentro de un momento, del camino que se abre delante de nosotros. Pero quisiera primero mirar brevemente el camino recorrido.

Hay que reconocer que estos últimos cuatro o cinco años no fueron muy buenos. Es por eso, como lo explicaba hace una semana durante el discurso inaugural, que debemos retomar nuestro impulso para hacer retroceder la pobreza, el desempleo, terminar con la violencia, la desigualdad, el abandono escolar. Debemos también volver a poner en orden las finanzas colectivas de Quebec, ya que lo necesitan mucho. Trabajamos en eso. Pero estas dificultades no nos deben hacer olvidar de lo que somos capaces.

Pues, es notable lo que nuestro pueblo ha realizado en 30 años. Una sociedad que no tenía ministerio de Educación produce ahora una tecnología tan avanzada que lo que más se exporta ahora, es material de telecomunicaciones, y nuestros programas informáticos son utilizados desde Tokio a Hollywood.

Una sociedad de la que decíamos que no tenía el don de los negocios, produjo gigantes industriales y financieros de renombre internacional.

Una sociedad de la que decíamos que no tenía historia ni literatura, tiene ahora películas, cantantes, bailarines, dramaturgos y escritores que dan la vuelta al mundo. Ya ni siquiera nos sorprende.

Una sociedad que decíamos miedosa y replegada sobre sí misma, fomentó como ninguna otra en el continente el libre comercio y la apertura de las fronteras. Los partidarios de la soberanía han estado y siguen estando en la vanguardia de este movimiento.

Pero justamente cuando probábamos, en todas las áreas, nuestra capacidad de actuar como nación, de una manera original y talentosa, muchas de nuestras mejores energías fueron malgastadas en un esfuerzo noble, pero siempre contrariado, por dar a los Quebequenses las herramientas de sus ambiciones.

Desde el "Dueños en casa" de Jean Lesage hasta la "sociedad distinta" de Robert Bourassa, pasando por la "Igualdad o independencia" de Daniel Johnson padre, nuestras tentativas de ampliar - o simplemente de preservar - la autonomía quebequense dentro de Canadá se chocaron contra un rechazo cada vez más firme de nuestros vecinos.

Hace 12 años, la repatriación unilateral de Pierre Trudeau redujo los poderes de la Asamblea Nacional, a pesar nuestro, en una constitución que Quebec jamás firmó.

Hace cuatro años, la muerte del acuerdo del Lago Meech significó la negativa del Canadá inglés a reconocer, aún simbólicamente, nuestra diferencia. Actualmente, la ley fundamental de Canadá no reconoce a los Quebequenses ni como una nación, ni como un pueblo, ni aún como una sociedad distinta. Es una triste constatación. No es digna de nosotros. Los Quebequenses merecen más.

Hace tres años, unidos como nunca antes en la gran comisión Bélanger-Campeau sobre el porvenir de Quebec, los federalistas y los partidarios de la soberanía quebequenses se pusieron de acuerdo acerca de un camino común y rechazaron sin equívoco el régimen canadiense actual. Los miembros federalistas de la comisión quisieron dar a Canadá una última oportunidad de renovarse profundamente, en su defecto la plena soberanía de Quebec debía ser propuesta a los Quebequenses por referéndum.

El plan de acción se desarrolló, inexorable. Hace dos años, el acuerdo de Charlottetown fue sometido a los electores que lo rechazaron, en Quebec y en Canadá. ¿Se acuerdan? Era la última oportunidad de Canadá.

¿Sería posible que este largo camino desembocara en ... nada? En el inmovilismo. En la voluntad cada vez mayor de centralización de Canadá. El primer ministro canadiense, Jean Chrétien, se hace intérprete de la muy amplia mayoría de nuestros vecinos canadienses cuando jura no reabrir la constitución. Jura por lo tanto no reconocer o no acordar ninguno de los poderes que Quebec reclama desde hace décadas. Jura por lo tanto que los Quebequenses no serán nunca reconocidos por lo que son. Hay que ver las cosas tal como son: no tendremos el estatuto de sociedad distinta en Canadá. Ni substancial, ni aún simbólico.

El jefe del Partido liberal de Quebec, Señor Daniel Johnson, decía la semana pasada que "nada justifica el rechazo persistente del gobierno federal a retirarse de los sectores de actividad de competencia provincial, sobre todo cuando los contribuyentes podrían salir ganando con el cambio". Es verdad, nada lo justifica. Sin embargo, esto continúa y se agrava en mano de obra, en desarrollo regional, en educación, en salud, en seguridad del ingreso, en comunicaciones. Estamos ante una aplanadora.

Cuanto más pasa el tiempo, más determinada está la mayoría canadiense a actuar como si hubiera una sola nación en Canadá, como si todas las provincias fueran iguales. Un informe federal reciente hasta dice que sólo existe una única cultura en Canadá. Una única. Cuanto más pase el tiempo, más las decisiones que queremos tomar, como Quebequenses, van a ahogarse dentro de la gran voluntad de uniformidad de Canadá. Es así el Canadá del mañana. ¿Queremos formar parte de él? En ocasión de su primer discurso como jefe de la Oposición oficial en la Cámara de Diputados, nuestro amigo Lucien Bouchard, y lo saludo aquí, lanzaba un llamado, y lo cito:

"No se dirá que la mayoría de los federalistas y la totalidad de los partidarios de la soberanía quebequenses habrán llevado en vano, a su manera respectiva, un combate de treinta años para dotar a Quebec de los instrumentos de su desarrollo como pueblo. El Quebec de los años 1960 no se puso en marcha para un viaje circular. Al final de su ideal de pueblo, al final de su movilización colectiva, al final de los esfuerzos de Jean Lesage, de los rodeos de Robert Bourassa y del coraje de René Lévesque, tiene que haber otra cosa ..."

Mis amigos, esta otra cosa, es la soberanía. Pero una soberanía que pertenece a todos los Quebequenses, de todas las regiones, de todos los orígenes sociales, lingüísticos, culturales y políticos. Por esto esta noche envío este mismo mensaje a nuestros conciudadanos anglófonos. Desde hace varios meses, el Señor Bouchard y yo mismo hemos reflexionado juntos acerca de la mejor manera de hacer participar a los Quebequenses en la definición de su porvenir. Hemos buscado una fórmula que aúne la claridad de los objetivos y de la acción, el respeto de las instituciones democráticas quebequenses, con una gran apertura y una gran flexibilidad. Creemos haber encontrado una, que voy a explicarles ahora.

Queremos actuar de tal manera que, por primera vez en nuestra historia cada mujer y cada hombre quebequense sea de alguna manera su propio diputado. Que pueda influenciar directamente el curso de las cosas.

Esta mañana, presenté en la Asamblea Nacional un anteproyecto de ley. Es este anteproyecto el que ustedes podrán estudiar y enmendar, adoptar o rechazar. Su primer artículo es directo y límpido. Dice lo siguiente: "Quebec es un país soberano". El conjunto del anteproyecto, en 17 artículos muy claros, explica de lo que se trata cuando hablamos de soberanía. Es el poder de votar todas nuestras leyes, de percibir todos nuestros impuestos y de firmar todos nuestros tratados.

El anteproyecto de ley prevé la asociación económica que queremos mantener con Canadá. Señala nuestra voluntad de seguir participando en los acuerdos comerciales internacionales, como el libre comercio de América del Norte y el GATT. Un Quebec soberano no levantaría nuevas barreras económicas en sus fronteras, por el contrario: trabajaría para asegurar un movimiento muy libre de los individuos y de los productos, aún más libre que hoy en día de ser posible.

El anteproyecto de ley estipula en particular que la moneda que tiene curso legal en Quebec seguirá siendo el dólar canadiense. Somos sus cofundadores y sus copropietarios: el dólar nos pertenece. Nada ni nadie puede impedirnos que lo conservemos.

Asegura que los derechos de los ciudadanos anglófonos serán preservados en un Quebec soberano, como reconoce a los autóctonos el derecho de gobernarse en tierras que les pertenecen, en el respeto de la integridad territorial de Quebec. Lo que significa que Quebec conservará sus fronteras actuales.

El anteproyecto de ley prevé que la carta quebequense de los derechos estará insertada dentro de la futura constitución de Quebec. Esta futura constitución preverá cómo, en las regiones, las instancias locales y regionales obtendrán recursos y poderes suplementarios.

El texto precisa la manera en que la ciudadanía quebequense será reconocida a todos, y como cada uno podrá, si lo desea, agregar a la ciudadanía quebequense la de Canadá o la de otro país.

El anteproyecto de ley asegura a nuestros mayores que las pensiones de vejez y los suplementos seguirán siendo pagados por el Estado quebequense, según las mismas tablas y las mismas condiciones de hoy en día. Será la ley.

Los Quebequenses que trabajan para el gobierno federal y que deseen integrar la nueva función pública quebequense podrán hacerlo. A menudo, esto se hará en bloque: en la negociación de la deuda y de los activos, habrá un momento en que Quebec tomará a su cargo aeropuertos, correos, parques nacionales, puertos, Radio-Canada. Los empleados de estos organismos y de centenares de otros no cambiarán de empleo, cambiarán solamente de empleador. En otros casos, se tratará de fusión de organismos o de integración de personal.

El anteproyecto de ley explica que los permisos, las licencias, las autorizaciones emitidas por el gobierno federal seguirán siendo válidas hasta su término. En realidad, las leyes federales seguirán en vigor hasta que la Asamblea Nacional las remplace. No habrá vacío jurídico. Vamos a asegurar la continuidad de las leyes, tribunales, derechos y deberes.

La soberanía es un gran cambio, es verdad. Nos pide un esfuerzo colectivo, y está bien así. Pero no se hará en desorden.

Desde hace unos momentos, les hablo de "anteproyecto de ley", más que de un "proyecto de ley". ¿Qué significa esto?

Esto significa que este documento les pertenece, y que ustedes pueden modificarlo. No está escrito con letras indelebles. Dentro de algunas semanas, van a recibir una copia por correo. Solos o en sus organizaciones de cualquier tipo, podrán estudiarlo, agregar notas, proponer cambios.

Porque en febrero vendremos a verlos. Vendremos a informarlos y a hacerlos participar. Todo el mundo aplaude todavía el éxito de la Comisión Bélanger-Campeau. Decidimos aprovechar este éxito y mejorar la fórmula para acercarla aún más a cada una y a cada uno de ustedes.

No creamos una sola comisión para todo Quebec, sino una comisión para cada región de Quebec. Lo que significa que en su región, una comisión dará la vuelta a las ciudades pequeñas y grandes, para recoger sus opiniones. En las grandes ciudades, las comisiones recorrerán los barrios para acercarse a los Quebequenses. Podría también haber una para los jóvenes o para los mayores, o para algunas comunidades.

Su comisión regional estará formada por doce a quince personas. Estará presidida por una mujer o un hombre que no esté en política activa, pero que sea reconocido en su región por su competencia y su capacidad de favorecer los consensos.

La mayoría de los miembros de su comisión provendrán de su medio: individuos o representantes de organismos, surgidos de los sectores económico, social, cultural u otro. La fórmula es flexible, no hay nada definitivamente acotado.

Todos los parlamentarios quebequenses, ya sea que ocupen un escaño en la Asamblea Nacional en Quebec o en la Cámara de diputados en Ottawa, serán invitados a participar en las comisiones. Todos, sin excepción. El Sr. Daniel Johnson y sus diputados, como el Sr. Mario Dumont, por supuesto. Los diputados del Bloque quebequense también, como los del Sr. Jean Chrétien, encontrarán sus lugares en las mesas de las comisiones. El mismo Sr. Chrétien y el Sr. Jean Charest, si lo desean, podrán venir a participar. Los invito.

Proponemos una manera de actuar que implique apertura, reflexión y diálogo, información y participación. No queremos excluir a nadie. Pues si Quebec se vuelve soberano, todos los Quebequenses vivirán en este nuevo país. Todos los Quebequenses, incluidos los federalistas, son llamados pues a participar en la concepción de un Quebec soberano.

Comprendo que algunos federalistas duden en participar. Nosotros mismos hemos dudado mucho, como partidarios de la soberanía, en participar en los debates acerca de la reforma del federalismo canadiense. Pero lo hicimos. En la Asamblea Nacional, el partido que dirijo puso centenares de horas de trabajo en las comisiones que estudiaron las propuestas de Meech y de Charlottetown. ¿Por qué? Porque es la democracia. Porque es la responsabilidad de los elegidos del pueblo. De la misma forma, nada impide a los ciudadanos que tienen la intención de votar No en el referéndum, venir a contribuir en lo que será Quebec, si el Sí gana.

Esto no es todo. Este anteproyecto de ley tiene otras dos características importantes e inéditas.

Normalmente, un texto como éste comprende un preámbulo, una primera parte que explica con qué espíritu se deben comprender los artículos de leyes que siguen. Pero en este caso, el gobierno no ha escrito el preámbulo. Porque en este caso, es tan importante que no tenemos derecho de hacerlo solos.

El preámbulo será una "Declaración de soberanía" que los Quebequenses van a concebir juntos, gracias a las comisiones regionales. Esta declaración debe expresar las ambiciones y las tradiciones del pueblo quebequense, sus valores fundamentales y sus objetivos para el futuro. La declaración puede definir lo que nos distingue de los otros pueblos y lo que nos abre a la familia de las naciones. Debe llevar nuestras esperanzas para nuestros hijos y nuestros nietos, debe también expresar nuestro compromiso, en respetar las diferencias y las pertenencias. Quebec siempre ha sido y seguirá siendo siempre una tierra de inmigración.

Esta declaración de soberanía debe tener un carácter solemne. Un poco como la declaración de independencia americana, de la que se oye aún el eco más de doscientos años después de su redacción, nuestra declaración debe decir quiénes somos y en lo que queremos transformarnos.

Podría comenzar por las palabras: "Nosotros, el pueblo de Quebec ..." O si no por las palabras: "La gente de este país ..." Son ejemplos que les doy. Confío en ustedes para que encuentren otros cientos. Esta página en blanco les pertenece. Los llama. Hay que darle lo mejor de nosotros mismos.

Cuando hayamos escrito, juntos, esta declaración. Cuando las comisiones regionales hayan terminado sus trabajos y comunicado los deseos de cambios propuestos por ustedes a los diferentes artículos del anteproyecto de ley, ¿qué pasará?

Los presidentes de cada una de las comisiones se reunirán para hacer la síntesis de todos sus trabajos y presentarán las recomendaciones de ustedes a la Asamblea Nacional. Estas recomendaciones servirán de base para la redacción del proyecto de ley sobre la soberanía, que seguirá entonces su camino hacia el referéndum. ¿Cómo?

La Asamblea Nacional y René Lévesque nos legaron un instrumento de gran valor: la Ley sobre la consulta popular. En virtud de esta ley, una de las más democráticas del mundo, el referéndum de 1980 fue organizado por el gobierno del Partido quebequense, luego el referéndum de 1992 por el gobierno del Partido liberal.

Fue pues bien probada. Vamos a utilizarla por tercera vez. Esta ley prevé que hay dos maneras de consultar al pueblo por vía de referéndum. Se puede hacer solamente una pregunta, como ya se hizo. O bien, se puede someter al pueblo un proyecto de ley, como el proyecto del que les hablo desde hace un rato.

El anteproyecto de ley sobre la soberanía de Quebec, tal como resulte enmendado por medio de la participación de ustedes, y con su declaración de soberanía como preámbulo, volverá entonces a la Asamblea Nacional para ser debatido y adoptado según las reglas fijadas por la Ley sobre la consulta popular.

Pero este proyecto de ley no podrá entrar en vigencia, no tendrá ningún efecto, en tanto que ustedes, los ciudadanos de Quebec, no lo hayan aprobado por vía de referéndum. Y la pregunta que les proponemos es clara y simple, es la siguiente:

"¿Está usted en favor de la ley adoptada por la Asamblea Nacional, que declara la soberanía de Quebec? Sí o No."

Esta pregunta aparece con todas sus letras al final del anteproyecto de ley que presenté esta mañana.


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